viernes, 17 de abril de 2015

LA TIENDA DE ANTIGÜEDADES, DE CHARLES DICKENS

Bueno, entre tanta promo cinematográfica, ya tocaba volver a hablar de libros.

Antes de ponerme a escribir sobre la Inglaterra Victoriana, no quería dejar de leer algo de Dickens, y los seguidores de este blog sabrán por qué este título es el elegido.


Si os hablo de una historia con enanos "mezquinos", viajeros, posadas, personajes cuyas bajas pasiones los poseen a la vista de oro, misteriosos caballeros que solo al final se descubren, puntuales refugios donde los pequeños aventureros reponen sus fuerzas, visitas de ánimas de otro mundo, seguramente pensaréis que estamos hablando de un libro de Tolkien.

De hecho, este hasta tiene un personaje en una posada que se llama Trotter (nombre original de quien luego fue Strider/Trancos).


Y es que si, si la Tierra Media fuese vista a través de los ojos de un decimonónico inglés, sin duda este libro sería el resultado.

No es la Inglaterra rural la descripción en la que ambos autores coinciden, sino que ese es meramente el disfraz de toda una Odisea Espiritual donde los personajes han de pasar mil pruebas y aventuras antes de purificarse y obtener la redención final.


A la vez el libro no puede ser más moderno: "Érase una vez una huerfanita CON UN ABUELO LUDÓPATA...." capaz de arruinarlos en aras de buscarle una fortuna. Y la encuentra, a su manera...


Dickens entrelaza los destinos de más de una docena de personajes, tan "Miserables" como los de Victor Hugo, y por supuesto, buenos y malos, reciben lo que merecen al final.


Dick Swiveller es un entrañable y borrachín bohemio, que vive y muere por inalcanzables amores románticos y que tiñe con fantasías de Las Mil y Una Noches la deprimente realidad que le ha tocado vivir.


Daniel Quilp hereda de los enanos malvados de los cuento no solo la apariencia: Decidido a acabar con todo lo bueno y puro disfruta siendo cruel y amargando la vida a todos los inocentes protagonistas.


Un placer de lectura, no solo por los sugerentes personajes y sus particulares luchas, sino por ver como el destino va escribiendo recto con estos renglones torcidos.

Y eso es literatura.

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