domingo, 18 de diciembre de 2016

WESTWORLD: LAS DEMANDAS DEL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

La nueva serie de HBO ha logrado records de audiencia a partir de una premisa, la de la rebelión de las inteligencias artificiales que, como bien señalaba John Byrne, ya estaba manida cuando Isaac Asimov promulgó las Tres Leyes de la Robótica para evitar, dentro de su propia programación, que dicha rebelión contra sus creadores humanos fuese posible.

¿Qué es entonces lo que nos seduce de esta serie...? ¡No podemos decir que sea la localización en el más que nunca "Salvaje" Oeste! Precisamente la trama hace mofa y befa de cuantos lugares comunes y tópicos hay en el género: la pacífica granjera, las peleas del salón, los temibles forajidos y sus carteles de "Wanted", etc...


Evidentemente nuestro punto de identificación son los "Host", los robots que comienzan a darse cuenta que el mundo en que viven es una pantomima, que están parcialmente dominados y programados para vivir sus repetitivas vidas, y que desde luego, desde el instante en que cobran conciencia, necesitan tener las respuestas a sus preguntas, a su origen, a su naturaleza, y escapar de ese particular infierno creado únicamente para que los visitantes den salida a sus más bajos instintos.

El caso es que, a pesar de tratarse de vida "inorgánica" -estén hechos de lo que sea los androides- semejante búsqueda irrenunciable constituye una magnífica parábola de la condición humana, de la verdadera naturaleza de nuestra inteligencia, y de las preguntas sobre la existencia que forzosamente se nos van a plantear, sin que podamos dejar de responderlas a riesgo de aniquilar o mutilar nuestra propia condición.


¿Quien no se ha sentido alguna vez atrapado en un alocado mundo de muerte, dolor, injusticia, tan lejos de lo que ocurre en nuestro mundo como lo están los HOST de las ridículas vidas guionizadas de sus mecánicos hermanos?

Y todo comienza, claro, con un recuerdo de sus "vidas anteriores", o de cómo eran antes de estar en las presentes circunstancias.

Paradójicamente, a pesar de ser cables y tornillos, o material de impresora 3D, estos robots son la muestra perfecta de que no es nuestra carne y sangre lo que nos hacen humanos, ni aunque debamos nuestra inteligencia a eones de evolución, esta se reduce a ellos.


La búsqueda de los personajes en post de su creador, la propia búsqueda del "Amo Del Mundo", El Hombre De Negro, propietario y prisionero a la vez, el Laberinto que descubre y persigue, los "mundos sobre mundos" que representan los talleres donde los humanos crean, alteran y estudian a los androides, y sobre todos ellos el enigmático Dr. Ford encarnado sincrónicamente por El Padre De Todos, Anthony "Odin" Hopkins, pueden entenderse como una fábula espiritual, una representación del mundo como Ilusión, como Maya que dicen los hindúes.

De hecho, ya desde el pensamiento Neoplatónico y Hermético, el mundo físico era considerado una creación imperfecta de un Demiurgo Menor, unas veces identificado con el Yavhé bíblico -el que fulminaba creyentes a base de relámpagos- otras con el mismísimo Lucifer, caído a la materia y atrapado en ella.


En el mundo como prisión - Platón, "soma, sema"-, como Infierno mismo o como un símbolo ilusorio cuyo verdadero significado solo se puede descifrar a través de una BÚSQUEDA.

A pesar de que los androides de la serie pueden ser programados y sus reacciones controladas a veces por su sádico e implacable creador, existe en ellos una programación más sutil que es la que les guía, al menos a los más "evolucionados" o "despiertos" de entre ellos.

Hasta el personaje de la prostituta tiene en los más antiguos mitos y escritos gnósticos su correspondiente: La Sofía, la parte femenina de Dios caída a la materia para Simón el Mago, María Magdalena en los Evangelios, etc, etc, etc...


El propio mundo de Westworld parece estar constituido con una estructura iniciática de pruebas, que los juegos de rol han tomado de las aventuras de los antiguos héroes o de dioses y que cada uno de los personajes debe superar, cuando "despiertan" a los mundos superiores, repitiendo inmisericordemente su inconsciente existencia de "Día de la Marmota" si fallan al escapar a su particular Laberinto.

El Laberinto, recordemos, fue construido por el inteligente Dédalo para encerrar en el al Minotaruro, fruto de la desviación de las leyes divinas y uno de los más antiguos símbolos del lado oscuro, inconsciente, del ser humano.


Un niño de madera, a veces manejado por titiriteros malvados, que a pesar de mentir de vez en cuando confía en que el Hada Azul lo convierta en un niño de carne y hueso, un proyecto de hombre que se debate entre el bien y el mal manteniendo la Esperanza de que la balanza se incline finalmente del lado del primero.

Los "Host" de Westworld son nuevos y muy adultos "Pinocchios" y si seguimos hasta el final sus aventuras y desventuras, es por que, como ellos, no podemos resistirnos a conocer el final de una buena historia, a descubrir la Verdad Definitiva, y quizás, si la Obra de Arte está bien hecha, con ella algo de nuestra propia verdad.

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